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Diarios de El Cairo (XII): insolación con delirios

9.11 – 18/09/2011

Un consejo fundamental: si vais a las pirámides, poneos una gorra. Yo no lo hice, y he pasado por un momento fatal. El día que fuimos a las pirámides, por la noche, me dio como una gran flojera. Me sentí sin fuerzas. Me tumbé a esperar, pero no se me pasaba. Iba a peor. Conseguí bajar a la pastelería que hay junto al hostel y compré unos pasteles. A pesar de que tenía diarrea, me los comí,  pensando que se trataría de un bajón de azúcar (aunque me tomo los tés con cuatro cucharadas).

No sabía qué me pasaba. Me duché y me metí en la cama. Los brazos y la cabeza me ardían. Miriam me llamó para preguntarme qué tal estaba y, tras contárselo, dijo que se trataba de una insolación, muy convencida. Supuse que sí. También me explicó que tenía que ponerme toallas mojadas en la cabeza. No lo hice. Me mojé la cabeza varias veces.

Pasé la noche en una duermevela muy turbia, a veces despierto por las voces de la gente del hostel, de tertulia en recepción, a veces atrapado en una extraña pesadilla en la que un rarísimo grupo de alemanes quería quitarme mis posesiones (?).

Ayer, nuestro plan era ir a Alejandría, pero yo no estaba en condiciones. Postergamos el viaje. Tras pasar el día durmiendo, a media mañana quedé con Manu y Miriam en nuestra tetería de siempre, en Midan Tahrir. Allí estaba también María del Mar, una catalana que ha conseguido el permiso para cruzar a Gaza solicitándolo desde España, a través de la Embajada.

Miriam y Manu están jodidos, porque ellos lo pidieron a la vez -y desde Egipto- y todavía no tienen ese permiso. Así que esta mañana van a ir a suplicar a la Embajada española, para ver si tienen más suerte. A lo mejor los acompaño, si me encuentro bien. Sigo sin tener la barriga en condiciones, y eso que ayer, durante todo el día, solo comí arroz blanco, sin nada. Estos dos días han sido bastante extraños…

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Diarios de El Cairo (VIII): 11 de septiembre

00.05 – 12/09/2011

Hoy ha sido el primer día que me he sentido totalmente integrado en esta ciudad. Me desperté sobre las 9.30, como siempre. Tomé café, leí un rato en árabe, charlé con una alemana, Sara, que lleva 4 años aquí y está harta del machismo egipcio. Cambié todo mi dinero, fui a clase. Tres de las 4 estuvieron muy bien, y yo era el único alumno. Clases partículares. En la cuarta me aburrí un poco.

Después estuve con Manu y Miriam dando una vuelta, tomando té, paseando por la orilla del Nilo más cercana a Tahrir. Mucha gente va a los puentes a pasar la tarde y el principio de la noche: hay parejas, puestos de comida y malotes haciendo caballitos con sus motos de pequeña cilindrada. Abajo, unos barcos con luces y música hortera sirven como pequeño desahogo para la estricta moral musulmana. «Ahí se puede hasta bailar», dice Miriam.

En fin, llego ahora al hostel, empapado de ciudad y de árabe, sintiéndome bien. quedan atrás los primeros días de una cierta ansiedad por no conocer gente. Por cierto, aquí el 11 de septiembre no parece una fecha especial. El día en que el mundo occidental conmemoraba de forma grandilocuente la gran masacre, la única posible, yo no lo viví allí, sino en el otro lado.

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Diarios de El Cairo (VI): de hostel a hostel

15.52 – 09/09/2011

El Dahab hostel parece muy agradable. La habitación es más cutre que la anterior, sin aire acondicionado, pero tiene un ventilador en la pared que parece que me va a hacer el apaño. A diferencia del anterior, aquí sí que hay gente. Espero conocer a alguien, si se tercia. Hemos estado andorreando arriba y abajo de la plaza de Tahrir, bajo un sol abrasador. Acabo de volver al hostel, Miriam y Manu se han ido a descansar a casa. Ya parecemos amigos de hace tiempo. Se supone que me llamarán otra vez esta noche. Antes del follón, me ha llamado Lola. Es la primera llamada que recibo de Egipto. Me he hecho con un móvil egipcio (la tarjeta, con saldo, valía poco más de un euro) y no voy a poner la del móvil español.

Por otro lado, estoy tratando de desenchufarme de Internet. Éxito relativo: el primer día, estuve dos horas en el ordenador del hostel. Ayer, una hora en un cibercafé. Mi plan es no ir a ninguno hoy. Miriam me ha dejado mandar un par de tuits desde su teléfono. El de esta mañana ha tenido bastante eco.

12.09 – 10/09/2011

En Midan Opera, tratando de alejarme un poco del centro y adentrarme en El Cairo islámico. No he desayunado. He pasado un buen rato buscando una oficina de cambio. La libra ha subido mucho (creo que estaba a 8.20 libras por euro), el dinero me va a cundir menos. Pienso si el curso de árabe merecerá la pena, pero no veo otra manera de llenar los días. Creo que necesito a la gente más de lo que suponía, porque la perspectiva de no hablar con nadie conocido durante todo un día me agobia.

El hostel en el que estoy ha mitigado un poco esa sensación: hay gente todo el rato y, aunque la mayoría miran sus ordenadores todo el tiempo, se pueden comentar cosas del día. Hay un tipo que parece norteamericano y habla muy rápido y tiene opiniones muy vehementes sobre política, un londinense bastante simpático, una italiana y varios de nacionalidades indeterminadas.

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Diarios de El Cairo (V): asalto a la Embajada de Israel


13.41 – 09/09/2011

Acabo de estar en la plaza Tahrir (Liberación). Hay mucha gente, pero no está llena. He estado un rato (con Manu, Miriam, Zvetan y Natalia), he hecho muchas fotos y he hablado con alguna gente. Ahora, en una tetería, Manu cuenta la historia de Flag Man, un egipcio que, a mediados de agosto, trepó por la pared del edificio dela Embajadade Israel (son como 11 pisos) y cambió la bandera de este país por la de Egipto. Hay vídeos en Youtube de su hazaña y el personaje es ya una especie de héroe nacional. También se venden camisetas con su figura, como si fuera Spiderman. 

12.09 – 10/09/2011

Anoche (aquí anochece mu pronto, al ser la misma hora que en España) me llamó Miriam para decirme que los egipcios estaban tratando de entrar en la Embajada israelí. Por supuesto, fui. Manu, que tiene tatuado (فلسطين) en el brazo -y otras cosas en árabe- estaba muy emocionado y ayudó a tirar el muro que protegía la parte inferior del edificio. Luego, alguien subió al piso en que está situada la sede diplomática (debe ser un piso 11) y descolgó la bandera israelí para ondear una egipcia. Al estilo de Flagman.

Cuando nos fuimos hacia Tahrir, andando, parece que lograron entrar en la embajada y tirar algunos papeles por la ventana. Al llegar a la plaza revolucionaria vimos que no había prácticamente nada, pocos manifestantes y ningún jaleo. Manu quiso volver a la embajada, mientras Miriam, Natalia y Zvetan -los dos últimos acababan de llegar- le acompañaron.

Yo me quedé en el hostel. Había mucha gente, a pesar de ser bastante tarde. El hombre de las opiniones vehementes (aún no sé su nombre) se enfadó mucho por el incidente en la embajada: dice que los militares lo permitieron con el objetivo de demostrarle al mundo que solo ellos pueden gobernar el país, que si dejan que haya democracia, Egipto se va a convertir en un nido de fundamentalistas.

La teoría es lógica, pero no sé si realista: ahora que han saboreado las mieles de las manifestaciones y algo de libertad, no sé si será tan sencillo pedirle al pueblo que acepte otra dictadura. El vehemente, que es norteamericano, cree que tal vez la gente aquí no esté preparada para la democracia. Me opuse firmemente, dije que es lo mismo que decían de España tras la dictadura. Él cree que no es comparable. Luego me fui a dormir, casi a las dos.

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Diarios de El Cairo (II) 11.50 – 07/09/2011

Tras un breve paseo para mezclarme con esta locura, empiezo a ver un cierto orden en este marasmo de tráfico, calor y gente. Cojo un taxi negro. Primer error. » وكم هذا؟» le pregunto al taxista. «لا مشكلة» responde. No hay problema. Cuando llegamos, le doy 5 libras. Se enfada y pide 15. Le doy 8. Tampoco parece exagerado.

Llego a la sede de la Agencia Efe en la ciudad. Me recibe Enrique. Es muy simpático y parece que tiene ganas de hablar. Dice que trabajó en El País y conoce a varios compañeros. Charlamos un rato. Me dice que evite los taxis negros y que coja siempre blancos, en los que se puede pedir que pongan el taxímetro. Hace dos años no había, cuenta, pero el Gobierno egipcio obligó a renovar la flota y aparcó lo que tenían más de 30 años.

Me presenta a más gente, hay quien trabaja en español y quien lo hace en árabe. Le cuento que vengo a estudiar, que me interesa el mundo árabe, que lo único que sé por ahora de El Cairo es que hace calor y su tráfico es un caos. Es un buen resumen, responde, sumándole las pirámides.

Me da su teléfono y me despido. Salgo. Cambio libras a 8,34. están casi como en el aeropuerto, esto varía mucho a diario. Cojo un taxi blanco. Pido que me lleve a Midan Tahrir. Suenan oraciones en árabe en el taxi. Fuera, pitidos, claxón, bocinas, el sonido más reconocible de esta ciudad loca.

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Diarios de El Cairo (I): 00.30 – 07/09/2011

El avión aún no había aterrizado y El Cairo ya me estaba pareciendo un caos. Luces parpadeantes, distribuidas hasta el infinito en el suelo que se intuía bajo el avión. A la llegada, más desorden: la cinta transportadora se negaba a escupir las maletas, como presagiando que aquí, aunque lo parezca, no todo va tan deprisa. Cambia. Paga. Recoge. Sal. Encuentra.

Me recoge un conductor del hostel. Lleva esperándome varias horas, dice. Es simpático. Gira frenético y sin intermitentes. «Ya me habían dicho que el tráfico aquí es un poco loco», le digo para romper el hielo. Se encoge de hombros, sonríe. Nada más saludarlo, ya le he atacado con el árabe: «ادرس اللغة العربية الفصحى «. Respondía en inglés.

Llego al hostel casi a las 12 de la noche y me parece un poco cutre. También creo que está en un sitio de la hostia: a pesar de ser una calle sin gracia (luego descubriría que era la Avenida Ramsés), el edificio es alto y estamos en un séptimo. Desde aquí se ven luces, como desde el avión.

Llevo 12 horas sin parar. Salí de casa a medio día, una hora de retraso, casi 5 de vuelo, otra hora para la maleta. Sí, estoy cansado. Hoy dormiré pronto. Aire acondicionado, habitación grande para mí solo. Pitidos del tráfico, que no duerme. Luces que no se apagan. Buenas noches, Cairo.

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