10.07 – 20/09/2011
Hoy me he despertado más temprano que de costumbre para hacer algo de turismo. Voy a la Ciudadela de Saladino (القلعة صلاح الدين / Dígase «aala Salahdín»). Paso por la milenaria Universidad de Al Azahar y la gran mezquita que se levanta frente a ella. Desde Tahrir, está lejos, por lo que cojo un taxi. Mi estómago vuelve a estar bien.
Al llegar, me recibe un calor que me recuerda peligrosamente a las Pirámides. Necesito un sombreo. La entrada, como de costumbre, son 50 libras. Pago 25 como estudiante, sin tener que pelearme con el que vende los tíquets.
12.20 – 20/09/2011
Acabo de volver de la ciudadela, que preside una mezquita otomana muy parecida -pero menos impresionante- a la Santa Sofía de Estambul. Desde arriba, hay un mirador desde el que se ve la ciudad y la enorme Mezquita del Sultán Hasán. No he estado mucho tiempo allí, porque tenía miedo al sol después de la insolación del otro día. A esta hora, a pesar de ser septiembre, casi duele. Vuelvo a coger un taxi -el único que había parado en la autovía- y voy camino de mis clases de árabe.
Además de esto, ayer por la tarde quedé con Esraa, amiga de Jonás y estudiante de español, que se puso en contacto conmigo por Facebook tras mi anuncio en la página del Instituto Cervantes de El Cairo. Dimos un paseo y luego tomamos un té. La verdad es que hablamos más en español que en árabe, porque ella habla muy bajito y casi no la entendía. Un poco frustrante. Quiere volver a quedar.
Más tarde, pasamos por el hostel y encontré a las dos francesas que habían estado allí hace unos días. Les pregunté si se venían conmigo a romper mi ayuno de tres días (solo he comido arroz desde entonces) y lo hicieron. Comí pollo asado y me supo a gloria. Luego fuimos al Hurriya, a beber una cerveza (le di tres tragos) y más tarde al hostel. Antes de irnos, una de ellos dejó plantada a la otra y ésta última (Claire) me estuvo echando pestes de su amiga durante todo el camino de vuelta.