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Diarios de El Cairo (X): visita a las pirámides

9.45 – 16/09/2011

Quedo con Manu para ir en Metro una parte del trayecto, hasta Giza. Allí hay que coger un autobús que vale solo una libra. De vuelta, volvemos en un taxi por 25 libras. Creo que se puede pagar menos, incluso 20. El primer taxista quería cobrarnos 50. La entrada a las pirámides vale 60 libras, pero convenzo al de la puerta de que soy estudiante (enseñando un carné de la Escuela de Idiomas) y pago la mitad, 30 libras.

Manu y yo montamos en camello una media hora por 40 libras. Damos una vuelta a todo el lugar, que es bastante grande y muy espectacular, aunque el estar tan cerca de la ciudad (casi pegado) le quita algo de gracia. Entramos a la Esfinge y a una pequeña pirámide, a la que se puede acceder gratis. Me habían dicho que entrar a la pirámide grande, que vale dinero, no merece la pena, ya que los tesoros están en el Museo Egipcio.

Discutimos con muchas personas que buscan desesperadamente una propina. Las piden sin disimulo y desmesuradamente grandes. Lo feo es que al principio dicen «no money» y luego te lo piden. Hay que saber decirles que no. La cortesía no tiene aquí sitio. Hay que ser duro y no ablandarse. Además, no teníamos tantas monedas, y pedían 20 libras por hacerte una foto o ponerse a tu lado…

En cualquier caso, las pirámides son impresionantes, inmensas, y la sensación se agranda al verlas en su entorno, el desierto. Seguro que los viejos egipcios creían que el dios del sol se manifestaba a través de ellas. He hecho como 80 fotos, casi las mismas que llevaba en todo el viaje. Ha sido la experiencia más turísticas de toda mi estancia en El Cairo.

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Diarios de El Cairo (IX): golpes, Vitorio y Gaza

17.39 – 13/09/2011

Salgo de clase, camino de mi hostel. Anoche me emborraché por primera vez desde que estoy en Egipto, tras unas cervezas en el Hurriya. Despertarme con resaca parece, aquí, una sensación fuera de lugar, que rompe un cierto encanto de la ciudad. Estuvimos, además, con Hossam, un joven al que, según nos contó, le pegó la policía tras el asalto a la embajada israelí. Su historia parecía verosímil, pero un poco grandilocuente. De hecho, cuando nos enseñó la espalda, solo tenía 3 o 4 marcas pequeñas.

Más tarde, se unió a nosotros otro egipcio muy simpático al que conocía Manu y charlaron sobre Vittorio Arrigoni, un italiano activista al que secuestraron y mataron en Gaza (Palestina). Manu quiere ponerle ese nombre a la asociación de ayuda a los palestinos que está poniendo en marcha, pero necesita todavía el permiso de la madre de Arrigoni.

Acabé acostándome cerca de las cuatro y hoy he tenido una resaca importante. Ahora, tras las clases, que hoy han sido agotadoras, llego al hostel. Me he comprado un mapa de El Cairo enorme, que tengo intención de devorar, como todo lo que llega a mis manos de esta ciudad.

Mientras, Erdogan visita el país para mostrar músculo y tensar la cuerda con Israel, y alguna gente, en algunas conversaciones, desliza la idea de «guerra» contra los sionistas. Lo cierto es que tras el asalto a la embajada, me da la sensación de que el ambiente se está enrareciendo un poco.

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Diarios de El Cairo (VIII): 11 de septiembre

00.05 – 12/09/2011

Hoy ha sido el primer día que me he sentido totalmente integrado en esta ciudad. Me desperté sobre las 9.30, como siempre. Tomé café, leí un rato en árabe, charlé con una alemana, Sara, que lleva 4 años aquí y está harta del machismo egipcio. Cambié todo mi dinero, fui a clase. Tres de las 4 estuvieron muy bien, y yo era el único alumno. Clases partículares. En la cuarta me aburrí un poco.

Después estuve con Manu y Miriam dando una vuelta, tomando té, paseando por la orilla del Nilo más cercana a Tahrir. Mucha gente va a los puentes a pasar la tarde y el principio de la noche: hay parejas, puestos de comida y malotes haciendo caballitos con sus motos de pequeña cilindrada. Abajo, unos barcos con luces y música hortera sirven como pequeño desahogo para la estricta moral musulmana. «Ahí se puede hasta bailar», dice Miriam.

En fin, llego ahora al hostel, empapado de ciudad y de árabe, sintiéndome bien. quedan atrás los primeros días de una cierta ansiedad por no conocer gente. Por cierto, aquí el 11 de septiembre no parece una fecha especial. El día en que el mundo occidental conmemoraba de forma grandilocuente la gran masacre, la única posible, yo no lo viví allí, sino en el otro lado.

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Diarios de El Cairo (V): asalto a la Embajada de Israel


13.41 – 09/09/2011

Acabo de estar en la plaza Tahrir (Liberación). Hay mucha gente, pero no está llena. He estado un rato (con Manu, Miriam, Zvetan y Natalia), he hecho muchas fotos y he hablado con alguna gente. Ahora, en una tetería, Manu cuenta la historia de Flag Man, un egipcio que, a mediados de agosto, trepó por la pared del edificio dela Embajadade Israel (son como 11 pisos) y cambió la bandera de este país por la de Egipto. Hay vídeos en Youtube de su hazaña y el personaje es ya una especie de héroe nacional. También se venden camisetas con su figura, como si fuera Spiderman. 

12.09 – 10/09/2011

Anoche (aquí anochece mu pronto, al ser la misma hora que en España) me llamó Miriam para decirme que los egipcios estaban tratando de entrar en la Embajada israelí. Por supuesto, fui. Manu, que tiene tatuado (فلسطين) en el brazo -y otras cosas en árabe- estaba muy emocionado y ayudó a tirar el muro que protegía la parte inferior del edificio. Luego, alguien subió al piso en que está situada la sede diplomática (debe ser un piso 11) y descolgó la bandera israelí para ondear una egipcia. Al estilo de Flagman.

Cuando nos fuimos hacia Tahrir, andando, parece que lograron entrar en la embajada y tirar algunos papeles por la ventana. Al llegar a la plaza revolucionaria vimos que no había prácticamente nada, pocos manifestantes y ningún jaleo. Manu quiso volver a la embajada, mientras Miriam, Natalia y Zvetan -los dos últimos acababan de llegar- le acompañaron.

Yo me quedé en el hostel. Había mucha gente, a pesar de ser bastante tarde. El hombre de las opiniones vehementes (aún no sé su nombre) se enfadó mucho por el incidente en la embajada: dice que los militares lo permitieron con el objetivo de demostrarle al mundo que solo ellos pueden gobernar el país, que si dejan que haya democracia, Egipto se va a convertir en un nido de fundamentalistas.

La teoría es lógica, pero no sé si realista: ahora que han saboreado las mieles de las manifestaciones y algo de libertad, no sé si será tan sencillo pedirle al pueblo que acepte otra dictadura. El vehemente, que es norteamericano, cree que tal vez la gente aquí no esté preparada para la democracia. Me opuse firmemente, dije que es lo mismo que decían de España tras la dictadura. Él cree que no es comparable. Luego me fui a dormir, casi a las dos.

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Diarios de El Cairo (IV): protestas en Tahrir

9.50 – 08/09/2011

Llego tarde a mi primera clase de árabe coloquial en Arab Academy. Aun así, voy andando desde el hostel. Son unos 25 minutos esquivando el tráfico, que merece un libro aparte. Lo importante, por lo que veo, es cruzar con decisión, seguro de ti mismo. Las primeras veces, desde luego, conviene seguir a alguien que lo haga mejor que tú.

23.44 – 08/09/2011

Reconozco que, a medio día, he tenido mi primer bajón. En la academia me han dicho que las clases será de 13 a 17 horas, que me parece un horario cutre, y luego he vagado un rato por la ciudad, sin rumbo y harto por el calor. Estuve buscando un cibercafé y no había manera. Sobre las 16, he llamado a Miriam, una periodista que vive aquí. Venía con Manu, un activista propalestino que quiere cruzar a Gaza. Supongo que será difícil que le den el permiso, pero no pierde la esperanza.

Antes de verlos a los dos, he intentado pasar por mi hostel. Ascensor averiado. Dicen que es un séptimo piso, pero he comprobado que por las escaleras son 11 plantas. He desistido. Fui a un ciber en Tahrir y reservé otro hostel para mañana. No tiene aire acondicionado, pero parece que hay más gente y mejor ambiente.

A las 17, quedé con Miriam y Manu. Luego vino Natalia, colombiana que acaba de volver de Libia. Se han ido uniendo distintos personajes: un egipcio que trabaja en la Embajada de España, un activista austro-algo (Zvetan), una pareja de Alicante a la que hemos salvado de un posible timo por parte de un policía… Luego, han sonado voces en la calle: una manifestación improvisada, como las que he visto en Madrid tras el desalojo de la Puerta del sol. La hemos seguido, claro.

Hemos acabado en la plaza de Tahrir. Allí, los manifestantes, la mayoría jóvenes, coreaban gritos que no entendía (salvo  “الحرية “). Manu ha sido protagonista tras enseñar su tatuaje de فلسطين. Muchos egipcios le han hecho fotos. A mí me preguntaban y yo trababa de responder en mi fusha. Cuando los tres hemos visto que éramos el centro de atención, nos hemos metido en una cafetería cercana a tomar un té. Allí estaba el austro-nosequé y un activista egipcio. Se ha presentado un hombre que decía ser oficial retirado y estar de lado de los manifestantes. Hizo una foto a Manu. Yo estaba cansado. He vuelto al hostel. El ascensor seguía estropeado.

Vídeos sobre El Cairo, en mi canal Youtube

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Diarios de El Cairo (I): 00.30 – 07/09/2011

El avión aún no había aterrizado y El Cairo ya me estaba pareciendo un caos. Luces parpadeantes, distribuidas hasta el infinito en el suelo que se intuía bajo el avión. A la llegada, más desorden: la cinta transportadora se negaba a escupir las maletas, como presagiando que aquí, aunque lo parezca, no todo va tan deprisa. Cambia. Paga. Recoge. Sal. Encuentra.

Me recoge un conductor del hostel. Lleva esperándome varias horas, dice. Es simpático. Gira frenético y sin intermitentes. «Ya me habían dicho que el tráfico aquí es un poco loco», le digo para romper el hielo. Se encoge de hombros, sonríe. Nada más saludarlo, ya le he atacado con el árabe: «ادرس اللغة العربية الفصحى «. Respondía en inglés.

Llego al hostel casi a las 12 de la noche y me parece un poco cutre. También creo que está en un sitio de la hostia: a pesar de ser una calle sin gracia (luego descubriría que era la Avenida Ramsés), el edificio es alto y estamos en un séptimo. Desde aquí se ven luces, como desde el avión.

Llevo 12 horas sin parar. Salí de casa a medio día, una hora de retraso, casi 5 de vuelo, otra hora para la maleta. Sí, estoy cansado. Hoy dormiré pronto. Aire acondicionado, habitación grande para mí solo. Pitidos del tráfico, que no duerme. Luces que no se apagan. Buenas noches, Cairo.

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