Tras un breve paseo para mezclarme con esta locura, empiezo a ver un cierto orden en este marasmo de tráfico, calor y gente. Cojo un taxi negro. Primer error. » وكم هذا؟» le pregunto al taxista. «لا مشكلة» responde. No hay problema. Cuando llegamos, le doy 5 libras. Se enfada y pide 15. Le doy 8. Tampoco parece exagerado.
Llego a la sede de la Agencia Efe en la ciudad. Me recibe Enrique. Es muy simpático y parece que tiene ganas de hablar. Dice que trabajó en El País y conoce a varios compañeros. Charlamos un rato. Me dice que evite los taxis negros y que coja siempre blancos, en los que se puede pedir que pongan el taxímetro. Hace dos años no había, cuenta, pero el Gobierno egipcio obligó a renovar la flota y aparcó lo que tenían más de 30 años.
Me presenta a más gente, hay quien trabaja en español y quien lo hace en árabe. Le cuento que vengo a estudiar, que me interesa el mundo árabe, que lo único que sé por ahora de El Cairo es que hace calor y su tráfico es un caos. Es un buen resumen, responde, sumándole las pirámides.
Me da su teléfono y me despido. Salgo. Cambio libras a 8,34. están casi como en el aeropuerto, esto varía mucho a diario. Cojo un taxi blanco. Pido que me lleve a Midan Tahrir. Suenan oraciones en árabe en el taxi. Fuera, pitidos, claxón, bocinas, el sonido más reconocible de esta ciudad loca.