La primera jornada en la que he tratado de exprimir El Cairo termina, por ahora, en un bar que, según me dicen, está de moda: «الحرية «, (Libertad). Hace honor a su nombre y vende cerveza, una botella enorme de Stella. Suave, egipcia, no muy fría. La mayoría de los clientes son jóvenes. No todos. Algunos extranjeros, otros claramente de aquí.
Los dos camareros se pasean con botellas de cerveza y, con un gesto, las van soltando por las mesas. La gente charla animada. Choca ver a casi tantas mujeres como hombre, lo que no ocurre en las cafeterías que he visitado hasta ahora, totalmente masculinas. La birra, pese a estar templada, me sabe a gloria. Creo que he tenido suerte de pillar mesa: ya no queda ni un libre. Libertad. Qué buena forma de acabar un día
Engaños y tamareo
Quedarse parado mirando un mapa es motivo suficiente para ser abordado en El Cairo. Hoy me han llevado dos veces a la misma tienda de perfumes, con diferentes trucos. El primero quería «indicarme una dirección». Al entrar en la tienda le he dicho «لا شكرا» varias veces. Luego, me ha dicho mal la dirección que le he preguntado y el horario de apertura.
En la misma tarde, otro hombre me aborda para «ayudarme». Me cuenta que ha estado en España y que fue profesor de árabe. ¡Cuántos egipcios han estado en España! Ejem. Me ofrece su tarjeta y ¡oh, sorpresa! Me lleva a la misma tienda que por la mañana. «كل الناس يعملون هنا» (toda la gente trabaja aquí), le digo, y me voy. sonrío. Se ha quedado un poco plof. ¿Cómo decir que no sin resultar un borde?
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