Amor verdadero

Él la veía pasar a diario. Tan rubia, tan guapa. Cuando sus ojos azules lo miraban, pensaba realmente que no había nada más bonito. Era preciosa, no cabía duda. Él la esperaba todos los días en el mismo banco, leyendo el periódico para disimular. Sobre las nueve menos cinco de la mañana, casi como un reloj, se sentaba en el lugar por el que ella, unos minutos después, andaría distraída. Estaba seguro, ella ni siquiera sabía de su existencia.

Así que comenzó a hacer algo, deseando entrar en su vida. El primer día prescindió del periódico y la miró sin ocultarse. Ella no le hizo caso. Al siguiente, decidió quedarse hasta que volviera en la dirección contraria, lo que ocurrió sobre las cinco de la tarde. No le importó permanecer ocho horas en el mismo sitio, con tal de volver a verla.

Tenía que actuar. Tras meditarlo durante toda la noche, pensó seguirla. Las cinco de la tarde del ocho de abril era la hora decidida. Cuando ella recorrió alegre la calle, él permaneció a una distancia razonable, suficiente para que ella no se percatara de su existencia. Como siempre, pensó él. Sólo doscientos metros más abajo, en la misma cera, ella se detuvo en un portal. Entró. Él comprendió que no había vuelta atrás. Permanecería en el bordillo hasta la mañana siguiente, y reuniendo el valor necesario, se acercaría a ella. Una vez allí, en cuanto le dijera algo, nada podía salir mal.

Tras la noche llegó el día. Los sesenta largos minutos que van desde las ocho a las nueve se hicieron eternos. El sonido de sus pasos retumbó en la escalera, y la puerta se abrió con ímpetu. Una vez que ella puso un pie en la calle, él se paró justo delante. Quedaron frente a frente. Era el momento de hablar. Sin embargo, él le cogió la mano. Ella sintió un escalofrío.

Él comenzó a andar en dirección a su casa, pero ella no decía nada. Parecía más bien sobresaltada. Plazas, rotondas y parques después, apareció el gris edificio en el que él habitaba. Abrió con su llave y subieron. Ella cada vez estaba más sorprendida.

Una vez en su piso, la llevó hasta el dormitorio y la tumbó en la cama. Comenzó a desnudarse lentamente, prenda a prenda, hasta quedarse en calzoncillos. Y se sintió obligado a quitarle la ropa a ella también. Ella se acurrucó en la esquina del lecho, y se tapó la cara con las rodillas, mientras rodeaba éstas con sus manos. Estaba muy asustada.

Al día siguiente, en el periódico, aparecía la noticia. Una niña de seis años había sido raptada. Era rubia, muda y llevaba una falda azul. La policía no tenía pistas.

1 comentario

Archivado bajo Cuentos

Una respuesta a “Amor verdadero

  1. Josan

    Para que veas que tambien te hago de vez en cuando visitas…

    Joder, me ha gustado mucho y me a recordado a un cuento breve de Chrles Bukowski en su libro «La maquina de follar».

    un saludo, jipi!

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