Ese puto whatsapp, Ramón

A la izquierda, Ramón Lobo, siempre sonriendo, como lo recordaré siempre.

Me he quedado sin enviarte ese puto whatsapp, Ramón. Quería escribirte un mensaje sobre todo lo que has significado para mí. Que leía tus crónicas de guerra en El País  —dónde si no — cuando era pequeño y soñaba con ser periodista, con ser como tú, y que fuiste desde el principio una motivación y un ejemplo. Que me ganaste cuando llegué a la redacción y comprendí que, además de un ídolo, eras un buen compañero, siempre más cerca de los curritos que de los jefes, deseando echar una mano al último mono de la redacción, sin darte ínfulas. Que me hacías reír con tu humor negro, negrísimo, iconoclasta, salvaje. Que se podía discutir contigo con pasión de cualquier tema  —el periodismo, la izquierda, las redes sociales — salvo del fútbol y del Real Madrid, que ahí te ponías ya recalcitrante, pero discutíamos igual (tenías razón, Pjanic no era jugador para el Barça). Que pasear contigo por el centro de Madrid charlando de lo divino y lo humano era una delicia. Que la despedida que te ha escrito nuestro Willy me han hecho llorar nada más despertarme. Que te vamos a echar mucho de menos todos los que te queremos, que somos muchísimos porque has dejado una huella de amor imborrable. Te iba a escribir todo eso pero no lo hice, empantanado entre reportajes y últimas horas, y ahora ya no lo vas a poder leer porque ni tú ni yo creemos en la vida eterna. Ese puto whatsapp, Ramón. Buen viaje.

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