La estrategia está clara: hay que recortar derechos sociales porque no hay más remedio. Hay que invertir menos en sanidad, en educación, en el Estado del Bienestar, porque no hay otra alternativa. Castilla-La Mancha marca el camino de la austeridad: una presidenta que cobra más de 220.000 euros al año y que sube el sueldo a sus asesores nos intenta convencer de que no hay otra opción que reducir lo público, es decir, aquello que repercute positivamente en toda la sociedad. Cualquier cosa antes de, por ejemplo, subir los impuestos a las rentas más altas. Hasta dónde llegará la injusticia para que en otros países, como Francia, los propios adinerados hayan pedido contribuir más al Estado. O de hacer emerger la economía sumergida. O de perseguir la evasión fiscal de las grandes empresas, que supera los 42.700 millones en el último año. O de cualquier otra medida que no consista en hipotecar nuestro futuro.
Con este panorama, habrá conflictos. Distintos colectivos intentarán defender sus puestos de trabajo y condiciones laborales: médicos, enfermeros, profesores, farmacéuticos, policías… ¿Qué pueden hacer? Quejarse, protestar y -oh, sacrilegio- hacer huelga. Tratarán de convencernos de que no es oportuno, que no hay motivos, que es algo del pasado. No es cierto. Ya ha empezado la campaña en contra, patrocinada por la frase «en un país con cinco millones de parados«, para hacernos ver que todas las huelgas están mal: la de los futbolistas, porque cobran mucho; la de las farmacias, por insolidaria; la de los profesores, por no querer trabajar 20 horas; la de los conductores de Metro de Madrid, por salvaje…
La Constitución Española no te legitima para insultar tu jefe cuando decide bajarte el sueldo o despedirte, ni a quemar su empresa, ni a pincharle las ruedas del coche. Pero sí recoge tu derecho de huelga, la única herramienta de los trabajadores frente al omnipotente mercado. No es mucho, pero es algo. Cuando dejas de acudir al puesto de trabajo -previo aviso- como medida de presión frente a una medida laboral que consideras injusta, normalmente te desgastas, pierdes dinero y empeoras tus relaciones con tu empresa. A veces, solo a veces, consigues algo.
El descrédito de los sindicatos, a los que se puede acusar de haber sido superados por la crisis sin movilizarse, no ayuda en esta tarea. Los liberados son el demonio y la huelga huele a movimiento sindical. Pero que no te engañen. Los curritos no tenemos muchas más armas. Plantéatelo la próxima vez que leas un titular sobre lo inoportuna que es una reivindicación en un país con cinco millones de parados.