Madrid es en estos días una ciudad tomada: cientos de miles de peregrinos inundan sus calles y campan a sus anchas por las avenidas más emblemáticas de la capital, sin tráfico para ellos, y lo van a hacer durante una semana. Mientras, algunos miles de personas intentamos protestar ayer en una manifestación que se oponía a la financiación pública a la visita del Papa (transporte, seguridad… hasta hospitales). La marcha estaba autorizada por la Delegación de Gobierno, pasaba por unas cuantas calles estrechas del centro de la ciudad y por la Puerta del Sol. Pues bien, a los peregrinos no les bastó con tener a su disposición todas las grandes avenidas, paseos y hasta el parque del Retiro: tuvieron que venir a reventar la protesta. En cualquier situación similar, la policía habría cargado contra quienes trataran de impedir una manifestación legal, pero por supuesto ayer no hicieron nada. Eso sí, después se despacharon a gusto con quienes, como los peregrinos, quisieron permanecer en la Puerta del Sol. ¿Por qué en este estado democrático y aconfesional unos ciudadanos tienen más derechos que otros?
Lo ha contado mucho mejor que yo Manuel Rivas
Y cuenta su experiencia en este sentido el activista gay Shangay Lily