Touré Mocta, de Camerún, tiene 25 años y una mirada profunda. Espera para cruzar la valla de Melilla en un bosque cercano a Nador, a unos 12 kilómetros de la ciudad autónoma. Su compatriota Nleha Ramses, de 22 años, aguarda más cerca de la frontera, en el monte Gurugú, desde el que se divisa la ciudad española. Confía en «la ayuda de Dios» para alcanzar la tierra prometida. Ambos cuentan que la policía de Marruecos les persigue y, cuando los alcanzan, les pegan con palos y les golpean en las articulaciones y en la cabeza. Su historia la comparten también otros inmigrantes de Senegal, de Malí, de Costa de Marfil y Congo, y la corroboran asociaciones como Prodein o Médicos Sin Fronteras. Ellos son los rostros tras las noticias sobre los saltos a la alambrada. Su desesperación y su dignidad no cabe en los titulares.
Hoy publico en El País un reportaje con sus testimonios: El viaje de Touré choca con la valla
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