Este fin de semana estuve en Belchite. Hace muchos años, un profesor de la Universidad me habló de este pueblo, que había quedado en ruinas tras la Guerra Civil, como un ejemplo que nos ayudaría a entender lo que ocurrió en aquella época. Decía que un paseo por las calles destruidas y las iglesias agujereadas podría ayudarnos a imaginar cómo fue aquella guerra fraticida y el estado en que quedó el país, desde las grandes ciudades a las pequeñas aldeas. Tenía razón.
A Belchite se llega a través de un paisaje seco y algo triste, que anticipa la estampa que nos recibe: una iglesia y un monasterio, semiderruídos, como petrificados tras un bombardeo en el frente de Aragón.
Después, un paseo por sus calles ahora solitarias -salvo por algún turista despistado- amplía la sensación de estar en un lugar donde se ha detenido el tiempo desde hace más de 60 años
¿Qué batallas debieron contemplar estas ruinas? ¿Cuántos milicianos perdieron la vida ante estas piedras? ¿Cuánto tardaron en entrar los nacionales? La verdad es que el silencio de sus muros es más sugerente que muchos libros de Historia.
¿Queréis ver más fotos? Las tenéis en mi álbum de Flikr
¿Probaste las famosísimas olivas de Belchite?
Pues no, solo estuve en el pueblo viejo, no pasé por el nuevo. ¿Son famosas de verdad?